Keanu Reeves mandará un Ultimátum a la Tierra
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Probablemente le estamos pidiendo demasiado a un filme que quizá no quiera (e incluso no pueda) ofrecerlo pero, definitivamente, los cuatro personajes creados por los legendarios Stan Lee y Jack Kirby nunca debían haberse escapado de las viñetas de Marvel. Y eso a pesar de que se podría afirmar, incluso, que esta segunda parte es superior a la primera, con la que, todo sea dicho, comparte errores de bulto como la excesiva infantilización de sus personajes o el improductivo intento de dotarles de cierta humanidad con la presentación de problemas y conflictos cotidianos. Hay que reconocer, sin embargo, que el director de la película (que repite experiencia) se entrega en esta segunda ocasión con mayor presteza y rapidez a la acción que en la primera de las cintas, un aburrimiento sin precedentes con una interminable e insustancial presentación de personajes.
La nueva entrega presume de más acción, drama, acrobacias y escenarios creados por ordenador. Pero la cosa se les ha ido finalmente de las manos. No hay más que ver la recreación de Silver Surfer, ejemplo manifiesto de que los autores se han preocupado más por configurar un producto verdaderamente espectacular y cinemático que por recrear con devoción ‘comiquera’ las viñetas de Marvel. Quizá el único punto de originalidad de esta saga ignominiosa y dramáticamente inerte es su rechazo frontal a esa estética neogótica que ha proliferado en EE.UU. en las películas de superhéroes tras los ataques del 11 de septiembre, de entre las que cabe poner como ejemplo la reciente Spiderman 3 y la saga de los X-Men, mucho más sombrías y adultas que ésta. Lo que si comparte la cinta dirigida por Tim Story con el resto de filmes del género es su gusto visceral por el croma y por el uso indiscriminado de los efectos especiales para ornamentar una trama que peca de previsible y que deviene por momentos en situaciones completamente ridículas, protagonizadas por personajes sin gancho.
El Hombre Más Inteligente del Mundo, la Mujer Invisible, el Hombre Antorcha y La Cosa tendrán que afrontar el dilema moral de ejercer la responsabilidad civil de un superhéroe o llevar una vida normal. Estela Plateada es su enemigo, que no villano, que trabaja al servicio de Galactus, el devorador de planetas, y que llega a la Tierra con el objetivo de prepararla para su destrucción en manos de su amo. Y la lucha no será fácil, ya que, entre otras habilidades, Estela Plateada puede viajar a la velocidad de la luz a través del hiperespacio, manipula la energía del cosmos a su antojo, cuenta con una fuerza ilimitada, no necesita comer ni dormir e incluso puede viajar en el tiempo. ¿Lo lograrán? Tendrás que verla entonces para saberlo.
Después de El caso Bourne y El mito de Bourne, los dos enormes éxitos que recaudaron más de 500 millones de dólares en todo el mundo y de los que se vendieron más de 20 millones de copias sólo en América del Norte, el director Paul Greengrass, nominado por la Academia (United 93, El mito de Bourne), vuelve a dirigir este asombroso thriller de espionaje que lleva a los espectadores a recorrer el planeta con Jason Bourne mientras se mantiene un paso por delante de los que quieren matarle.
Tratándose de acción, secuencias de persecución y tramas enrevesadas, las películas Bourne han creado un nuevo género. Gracias a un relato con una innovadora estructura que recompensa a sus fieles seguidores y cautiva a los nuevos fans, El ultimátum de Bourne es un sinfín de giros inesperados y sorpresas. Paul Greengrass, cineasta de reconocida fama internacional, entiende que el público quiere ver una historia inteligente de espionaje que incluya escenas realmente emotivas y de acción insuperable además de un espléndido reparto encabezado por Matt Damon.
Bourne es un hombre sin país y sin pasado. Después de ser sometido a un brutal entrenamiento del que no recuerda nada por personas a las que no consigue identificar, se convirtió en una sofisticada arma humana, y ahora se ha convertido en el objetivo más escurridizo de la CIA. Desde que le encontraron flotando en el mar Mediterráneo italiano hace varios años, inició una búsqueda desesperada para saber quién es y quién le enseñó a matar.
Cuando su novia Marie fue asesinada, a Bourne le pudo la sed de venganza. Cuando la aplacó, sólo deseaba desaparecer para siempre y olvidar la vida que le habían robado. Pero el titular de un periódico londinense que especula sobre la posibilidad de que siga vivo acaba con sus esperanzas, convirtiéndole de nuevo en un objetivo.
Treadstone, el programa de operaciones ultrasecretas que creó a este superasesino, ya no existe. Ha sido absorbido por el programa Blackbriar, del Departamento de Defensa, que ha lanzado a la calle una nueva generación de asesinos profesionales a disposición del Gobierno y cuya existencia es desconocida. Para ellos, Bourne representa un malfuncionamiento valorado en 30 millones de dólares que debe ser eliminado; para él, ellos son el único eslabón que le une a una vida que se ha esforzado en olvidar.
Bourne ha llegado al final del camino. Esta vez no le bastarán las promesas vacías de sus antiguos amos; tampoco se detendrá al matar a los que le persiguen sin tregua. No le queda nada que perder y se servirá de todo lo que le han enseñado, de todos sus instintos para llegar hasta sus creadores y acabar de una vez por todas. En su búsqueda pasará por Moscú, París, Madrid, Londres y Tánger, intentando ir siempre un paso por delante de los agentes de Blackbriar, de los agentes federales y de la policía local, decidido a encontrar las respuestas a las preguntas que le torturan. Sus pesquisas le conducirán al punto donde empezó todo y donde todo terminará: las calles de Nueva York.
Julia Stiles (La profecía 666, la serie Bourne) en el papel de la agente Nicky Parsons y Joan Allen, nominada tres veces al Oscar (Más allá del odio, El mito de Bourne), como la investigadora interna de la CIA Pamela Landy, vuelven a unirse a Matt Damon. Completan el reparto David Strathairn (Buenas noches y buena suerte, Fracture) en el papel de Noah Vosen, el jefe del programa secreto Blackbriar; Scott Glenn (El silencio de los corderos, Training Day/Día de entrenamiento) como el director de la CIA Ezra Kramer; Paddy Considine (Arma fatal/Hot Fuzz, En América) como Simon Ross, un periodista inglés decidido a saber qué se esconde detrás de Blackbriar; Edgar Ramírez (Domino, El don) como Paz, el operario letal que sigue la pista a Bourne, y Albert Finney, nominado a cinco Oscar (Erin Brockovich, Big Fish), en el papel del Dr. Albert Hirsch. El guión es de Tony Gilroy (El caso Bourne, El mito de Bourne), Scott Z. Burns (The Half Life of Timofey Berezin) y George Nolfi (Ocean’s Twelve, La sombra de la sospecha) basado en una historia de Tony Gilroy a partir de la serie clásica de espías de Robert Ludlum. Los productores son Frank Marshall (La serie Bourne, Seabiscuit, más allá de la leyenda), Patrick Crowley (la serie Bourne, Bajo cero/Eight Below) y Paul L. Sandberg (El mito de Bourne, Cachitos picantes). Los productores ejecutivos son Jeffrey M. Weiner, Henry Morrison y Doug Liman.El equipo técnico está compuesto por el director de fotografía Oliver Wood (la serie Bourne, Los cuatro fantásticos); el diseñador de producción Peter Wenham (“Four Fathers”, para televisión); el montador Christopher Rouse (El mito de Bourne, United 93); la diseñadora de vestuario Shay Cunliffe (La joya de la familia, El novio de mi madre); y el compositor John Powell (la serie Bourne, United 93).
La necesidad de cerrar el círculo fue lo que le convenció a Paul Greengrass para rodar esta tercera entrega: “Bourne es un hombre de carne y hueso en un mundo real empeñado en una búsqueda mítica”, dice. “Me gusta porque es una historia de oposiciones. ¿Es un asesino o le transformaron en uno? Siempre planea la sensación de que Bourne es uno de nosotros y que rehuye ser como ‘ellos’. Quiere respuestas, pero no se fía de ellos. Todos son malos, el sistema es corrupto. Me lo paso muy bien describiendo todo esto con un ritmo trepidante contra un telón de fondo muy contemporáneo”. Matt Damon vuelve a imprimir la misma tranquila intensidad al personaje en busca de la verdad. “Matt nunca se equivoca”, dice Paul Greengrass. “Hay algo en él que hace saber al espectador que es el bueno. Es genial a la hora de interpretar un personaje con muchas sombras. Comunica su deseo de ser bueno, sobre todo a los jóvenes. Matt y yo vemos el personaje y la película del mismo modo”. En opinión del productor Frank Marshall, el actor imprime las mismas cualidades al personaje que las descritas en la clásica serie escrita por Robert Ludlum. “Matt encarna a la perfección lo que el Sr. Ludlum habría querido ver en el personaje. Por ejemplo, no tiene pinta de asesino a pesar de ser un profesional; es contemporáneo y puede volverse invisible en el mundo actual. Es exactamente lo que describió Ludlum”.
Al igual que los guiones de las dos primeras entregas de Bourne, la historia que Tony Gilroy escribió para El ultimátum de Bourne se aleja de la trama de las novelas de Robert Ludlum, que transcurren en plena guerra fría y que no atraerían a una generación nacida cuando ya no existía. Pero la idea de la conspiración y de un programa gubernamental descontrolado sigue siendo más que relevante. Siempre se sospechó que el autor tenía un contacto en la CIA, que alguien le contaba cosas que le ayudaban a mantener un elevado nivel de credibilidad en sus historias.
Además de los aparatos de vigilancia de última generación y de asombrosos trucos de acción, Paul Greengrass se ha empeñado en que esta entrega debía recorrer medio mundo. De hecho, en todas las películas Bourne se viaja mucho, pero esta transcurre en Londres, Madrid, Tánger, París, Moscú y Nueva York. “Quería paisajes contemporáneos y me gustó la idea de unir Londres, Madrid y Nueva York”, dice el realizador. “Se ve algo de Moscú y mucho de Tánger. Todas las películas Bourne, además de ser una búsqueda, también son un viaje”.