Clínicas de rehabilitación, el refugio de las estrellas
«En Hollywood te pagan mil dólares por un beso y cincuenta céntimos por tu alma». Esta frase pronunciada por la actriz Marilyn Monroe, fallecida prematuramente víctima de la fama, da una idea de que es lo que realmente tiene valor en ese mundo, aparentemente de ensueño, en el que se mueven las celebridades, muchas de las cuales acaban como juguetes rotos, obligadas a recomponer su maltrecha existencia en exclusivas clínicas de rehabilitación o en el diván del psiquiatra más prestigioso.
Nadie escapa a la lacra de las adiciones que han llevado, y llevarán, a algunos de los nombres más conocidos del panorama internacional a practicar la rehabilitación de lujo, signo inequívoco de decadencia con cierto toque de snobismo. Antes de ayer mismo nos desayunábamos con que el boxeador Mike Tyson había ingresado en un centro de rehabilitación para recuperarse de su adicción a las drogas mientras aguardaba el comienzo de su juicio por consumir estupefacientes. Y hace apenas unos días, Tara Conner, la actual Miss EE.UU. -que casi pierde el título por su afición a las juergas nocturnas- reconocía en un programa de televisión que antes de ingresar el pasado diciembre en el centro de rehabilitación Caron Foundation, en Pensilvania, consumía cocaína. Conner, de 21 años, dice que el alcohol fue lo que más daño le hizo. A mediados de diciembre, Donald Trump, copropietario del concurso de belleza, anunció que le daba a Tara una segunda oportunidad para enderezar su frívolo comportamiento.
Menos imponente que la miss, pero con un desparpajo dialéctico de asustar, y moviéndonos ya más estrictamente en el terreno cinematográfico que es el que mueve este blog, aparece en la lista el laureado actor y director de cine Mel Gibson, quien también tuvo que tratar su afición a empinar el codo después de realizar comentarios antisemitas tras ser detenido conduciendo ebrio. Por su parte, Keith Urban, cuya afición por el alcohol y las drogas aparentemente no era tan conocida por su esposa, Nicole Kidman, ha pasado casi tres meses en una prestigiosa clínica, alejado del mundanal ruido y de sus perniciosas adicciones.
También el actor Michael Richards, famoso por su papel de Kramer en la serie televisiva «Seinfeld», se refugió en la rehabilitación después de lanzar una catarata de insultos raciales desde el escenario de un club de comedia. Más recientemente, Isaiah Washington, protagonista de «Anatomía de Grey», siguió una dirección similar después de llamar «maricón» a su compañero de elenco gay y negarlo en varias ocasiones. «Comencé terapia», dijo. «Creo que esto es un paso necesario para asegurarme de que no pase de nuevo».
Tampoco podemos olvidar a la fiestera más conocida, Lindsay Lohan, quien ingresó hace unos días en la clínica de rehabilitación de moda, Wonderland, en las colinas de Hollywood. Meses de abuso del alcohol han convertido a esta joven de 20 años en la favorita de los dueños de los clubes, pero en la pesadilla de sus compañeros de plató, que nunca saben ni cuándo ni en qué estado aparecerá. Lohan alcanzó su punto más bajo en enero, cuando después de los Globos de Oro se sumergió en una noche de desenfreno que sólo terminó cuando se desmayó al amanecer cerca de un lujoso hotel de Beverly Hills. De todas formas, Lindsay tiene una dura competidora por los servicios de los especialistas en rehabilitación más mimados por Hollywood: Britney Spears. La ex estrella adolescente está tan ansiosa por recuperar el tiempo de fiesta perdido como joven madre y esposa, que no hay local de moda en Los Ángeles y Las Vegas por el que no haya paseado su palmito. Su estilo salvaje ha provocado incluso que su marido, Kevin Federline, del que está separada, le instará a ingresar en una clínica de rehabilitación antes de que arruine su vida. Cierra esta lista incompleta, en la que no están todos los que son, Haley Joe Osmet, el niño de «El sexto sentido», que a sus 19 años está siendo sometido a tratamiento en una clínica para superar su excesivo gusto por el alcohol y las drogas.
Ante este panorama, cabe la duda de si todos estos personajes necesitan en realidad rehabilitarse o sólo es una excusa para justificar ante la sociedad su pésimo comportamiento. Algunos expertos en el tema consideran que en ciertos casos la rehabilitación se convierte en otra herramienta para que las estrellas ególatras no asuman la responsabilidad por sus debilidades. «Comenzar un tratamiento es una buena opción para las personas que necesitan ayuda, pero hacerlo cuando se busca sólo para quitarse de encima la culpa y evitar las consecuencias no es algo bueno», señala William Moyers, especialista en tratamiento de adicciones. Moyers destaca que la rehabilitación ha salvado millones de vidas, pero cuestiona si puede salvar a las estrellas de sí mismas. Y es que una cosa está clara: si las estrellas quieren acabar con sus adicciones de una vez por todas no deberían seguir el programa descrito por la revista online Salon.com: «El primer paso es admitir que se tiene un problema, y el segundo, volver a las andadas». Pero ya se sabe que el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, pero si esos seres, además, pertenecen a la galaxia de las estrellas, seguro que tropezarán varias veces.
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