Más extraño que la ficción
Sin necesidad de que le tachen de esquizofrénico, más de uno se ha preguntado en alguna ocasión aquello de qué es realidad y qué es sueño. Calderón de la Barca, Unamuno y su Niebla o Pirandello y sus personajes en busca de autor, y más en el terreno que nos ocupa, las genialidades de Charlie Kaufman en cintas como Adaptation u Olvídate de mí, El Show de Truman o incluso David Lynch en experimentos como Mulholland Drive demuestran que, en el fondo, la plasmación de esta incertidumbre vital no es más que la excusa perfecta para reflexionar sobre el cenagoso concepto de la identidad.
Es lo que confirma esta nueva película de Marc Forster (Monster’s Ball), un experimento metanarrativo del que no conviene contar mucho para que se disfrute enteramente de una historia que se mueve entre la comedia y el desasosiego más absoluto gracias a su protagonista, un aburrido inspector de hacienda encarnado por un Will Ferrell –más conocido por absurdidades como Elf o Embrujada, y rescatado por Woody Allen en Melinda y Melinda- muy inspirado que se replantea su vida a raíz de un extraño suceso.
Más extraño que la ficción es una película sobria y contenida a la que le pesa un inicio demasiado cercano al lenguaje publicitario, algo a lo que contribuye un efecto visual en el que cada cosa que hace nuestro aburrido protagonista parece formar parte de un manual de instrucciones, de un folleto explicativo; una perfección que busca quizá dar un efecto de irrealidad muy cercano al espíritu de ese mundo creado para Truman en la película de Peter Weir, pues tan poco original es nuestro protagonista que casi es un estereotipo.
Y es que Ferrell convierte a su Harold Crick en otro de esos grandes héroes de lo anodino, esos adorables perdedores al estilo de Jack Lemmon en El Apartamento o Ernest Borgnine en Marty, demostrando que tanto en el drama como la comedia –los dos mares en los que se mueve su personaje- se puede manejar con muchísima soltura. No se queda atrás Dustin Hoffman dando vida a otro de esos maduros enérgicos que tan bien se le dan, un enigmático profesor de literatura con la agenda llena de compromisos y un extraño mundo interior. También Emma Thompson perfecta como escritora en busca de inspiración y la desgarbada Maggie Gyllenhaal (Secretary), cuyo talento la está convirtiendo en una de las actrices más prometedoras de su generación. Sin embargo, a pesar de la solvencia de Queen Latifah, su personaje queda perdido en una historia en parte porque no queda clara cuál es su función en ella: ni la enriquece, ni la impulsa.
La cinta posee muchas virtudes, pero no resulta brillante en parte por un Forster que vuelve a demostrar una peligrosa inclinación a lo aséptico y un guión que resulta, por momentos, críptico y no sabe encajar del todo esa pieza vital dentro de la narración que es un reloj que parece sacado de una película de ciencia-ficción.
Pero Más extraño que la ficción es, a pesar de todo, una las películas más interesantes vistas en la gran pantalla últimamente, ya que, además de dar pie a un jugoso debate, ofrece unas valiosas lecciones acerca de las responsabilidades con respecto a la obra artística o a la propia vida, si es que realmente se pueden controlar, pues tanto el que crea como el que vive demuestra que actúa conforme a estímulos que quizá, como en el caso nuestros protagonistas, se han de buscar, no vaya a ser que aquello que resulta evidente (unas galletas que no gustan) o totalmente fortuito (unas manzanas que caen al suelo), acabe siendo la llave hacia una vida plena o una obra maestra.
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