Iron Man
Ésta es un filme tranquilo, con menos puñetazos de los que cabe prever. Los efectos especiales son de gran factura, pero nada que no hubiéramos visto antes en 'Spiderman', por ejemplo. Es probable que los niños se aburran un poco y que los adultos lamenten que la tensión sexual que se percibe en todo momento entre Gwyneth Paltrow y Downey Jr. no se acabe consumando de alguna manera. Tampoco podrán evitar pensar que están viendo más de lo mismo, esto es, la película de súper héroes que nos han vendido siempre los americanos. Pero eso no es del todo cierto: se percibe un esfuerzo transgresor en Iron Man, sobre todo en la construcción del personaje protagonista y en el cariz cómico del mismo. Esfuerzo que es sin duda de agradecer.
El mensaje es claro: súper héroe podemos serlo todos, por muy hijos del capitalismo que seamos. Sólo hace falta una pizquita de fe, cierto ánimo de redención y conciencia social por un tubo, para que cualquier individuo con vocación de llevar los calzoncillos por encima de los pantalones pueda salvar el planeta de los males que la corrompen: la envidia, la ambición desmedida o la guerra de Afganistán, escenario equívoco al que se ha desplazado parte de la acción de este a ratos tronchante Iron Man que Hollywood acaba de parir.
Las dosis de patriotismo mal entendido las pone ese escenario mal estudiado. Los americanos son presentados como los salvadores buenos buenísimos de una sociedad oprimida por talibanes malos malísimos. Los simplismos teóricos despiertan a veces la mala leche del espectador, pero también es cierto que la película presume de cierto aire crítico hacia esa tendencia muy yanqui de arreglarlo todo a cañonazos. La suficiente para no caer en el panfleto nacionalista y ramplón. La justita para no enfadar a Bush...
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