El número 23
Parece ser que esta cifra es el epicentro de los enigmas relacionados con los números, no sólo en la película, sino en una longeva tradición secular relacionada, en gran medida, con el ser humano: madres y padres aportan 23 cromosomas cada uno a los hijos, es precisamente el cromosoma 23 el que determina el género de la criatura, la sangre tarda precisamente 23 segundos en circular por todo el cuerpo… y así hasta una interminable lista de ecuaciones en las que el resultado esperado es el conseguido.
Los juegos no tienen que ver únicamente con los números, sino también con las letras. En general, da la sensación de que podría haberse exprimido mejor una idea que, a priori, se plantea como más que interesante para la gran pantalla. No obstante, en su defensa, hay que recordar que el responsable del guión es un novato, quien, como todo aquel que empieza, aún tiene mucho que aprender.
Joel Schumacher, del que algunos ya no esperan gran cosa, les da la razón aportando ingredientes que ya hemos visto en algunos de sus trabajos anteriores, como 'Un día de furia' o 'Asesinato en 8mm', de las que calca, literalmente, el alterado comportamiento del protagonista y la estética de gran parte de este metraje.
Para dar vida a los personajes principales ha contado con la faceta menos prolífica del canadiense Jim Carrey. Éste, en su reciente intención de alternar comedia y drama, no está mal. De todos modos, la elección no parece la más adecuada ya que a todo el mundo se le pasarán por la cabeza otros actores que hubiesen encajado mejor en el perfil. Su compañera es Virginia Madsen. Mejor que Carrey, dando a su personaje el poco empaque que necesita. Del resto del reparto, dada su escasa participación, tampoco es que se pueda decir mucho, así que no podemos alegar que aprovechen ni siquiera su minuto de gloria.
Partiendo de un brillante y arrebatador comienzo que genera ilusiones en el espectador, el ritmo lento se va imponiendo a medida que avanza la película, lo que unido al intento de abarcar demasiadas áreas sin centrarse en ninguna, acaban provocando aburrimiento y cierto cansancio.
A lo largo de la cinta es inevitable asociar la cara de Jim Carrey con muecas y gestos extraños típicos de él pero difícilmente con pavor o miedo, a pesar de sus reiterados intentos por parecer un actor dramático aunque se nota el esfuerzo realizado y eso hay que agradecérselo, sin duda.
Rizando el rizo, si sumamos los nombres del director y el actor principal, y de éste y de su compañera de reparto, en ambos casos obtenemos el número 23. Ya, para colmo, supone también el trabajo número 23 en el cómputo general de la trayectoria de su realizador. Da miedo.
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